domingo, 10 de junio de 2012

Lágrima sonriente.

Con un silbido la mente del infante se distrajo a un diluvio de mil sentimientos.
Su imaginación lo llamaba a una éxtasis de risas y alegrías. El niño corrió al pecho de lo que creía era su madre...Vivía de su calidez, y así mismo la mujer de la sonrisa y carcajada del pequeño.
La dama arrulla con su único canto los ojos de la inocente criatura. Sin embargo, ella teme, teme del frío y oscuro mundo que se convierte en la realidad para su crío día a día. Ella sabe que llegará una noche la cual aquel ser de dientes faltantes y rosadas mejillas se transformará y volverá a nacer como algo, algo que ella no comprende, algo que no ríe, algo que no llora, que no siente, 'algo' que respira cada segundo, sólo las grises almas del horizonte que tiene fin.
Las lágrimas de la dulce y serena fémina bañan el pueril sueño entre sus brazos, los tranquilos y cortos jadeos que le indican la estancia del perfecto hábitat de colores y flores que rodean la existencia utópica del diminuto ente.
El indescriptible afecto que surgía hacia el niño hizo creer a la mujer que tenía la obligación de no permitir que su tesoro presenciara aquel maldito augurio que le esperaba a futuro. Por ello, la humilde mujer en medio de su aparente' demencia, tomó con sus afectuosas manos una almohada, y con su último suspiro aplazó infinitamente la plácida somnolencia de su ángel.
Sus dedos tiritaban, la sangre por sus venas se alentaba, con apacible admiración miró por última vez lo que más apreciaba. Su hermano.
Levantó el diminuto bulto con sus frágiles extremidades, con un ánimo muerto, sus últimas fuerzas utilizó para llevarse a si misma y a su compañero hasta el acantilado que todos los días inquietaba a ésta, por pavor a la caída. Pero, a pesar de ello, esta vez veía el peculiar sitio como salvación. Disipó todo obstáculo a sus pies, subió al reino de lo desconocido donde los esperaba el Inmortal difunto'.
La cegada dama, dio hasta el concluyente paso de sus' vidas. Y se lanzó al abismo, con su predilecto envuelto en ella para así protegerlo de la inmensidad poco afortunada que ella imaginó alguna vez.
En un segundo desaparecieron de la humana vista y nadie lo notó, jamás alguien lo hará.

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