sábado, 21 de diciembre de 2013

silbido del viejo.

Es la mala memoria de un par de rieles estancados por enredaderas de antaño. Un invento de cuento fantástico entre los dorados árboles y los elfos danzantes. Las hadas y los magos, algo que no se llama Magia.
Fue el susurro inverosímil que no sé bien si aluciné o de verdad oí entre tus mismos gritos atormentados.


Sois el espectro, mi desconocido, el espectro de algo rotundo que degolló mi calma en tempestad, deseo odiarte por retenerme cuando menos lo espero siendo tu inexistencia algo propio de mi misma, pues yo te creé y también puedo acabar con tu pestañeo incesante y paranormal.

Huye lejos ahora, es una lluvia que hierve al más embrujado, es una lluvia en esta tarde abstracta que aplasta incluso al árbol más viejo e indecente, por cómplice de demencia o confusión casual, elija usted.

No puedo controlar las lagunas que persisten dentro de una caminata apresurada dentro de los ojos del titiritero senil porque no quiero hacerlo, la percepción es fascinante e irrevocable,  pero vulnerable me encuentro, inmóvil y fría y es el halo de tu mismo descontrol sobre mi. Detente. Duele. Arde y seduce. BUM. Es el ápice de la sensualidad innata y penetrante de lo invencible, es el peligroso atractivo de algo que me limita a saberle, pero le deseo más que nunca. Las aguas en sangre agitadas por la Luna que hace vigilia en los pecados deliciosos del que calla una carcajada detrás de unos labios serenos e inmutables.


Le invito a un universo paralelo que le atacará gratuitamente por serle fiel némesis de carisma. Es tanta la súplica del demonio entre tus sábanas cálidas, adelante. Hundíos entre salivas y constelaciones del más allá.
-Placer cuántico y carnal, rió travieso el dominante ser.

Tirano Sol que viene imparable, se burla de la hormiga más desgraciada y se apiada de su llanto matándole.

Siento el beso rojo, mordaz y el viento ensordecedor entre mis cabellos y sus ramas. El acantilado que se derrumba haciéndose más temeroso o precioso, lancé un cuerpo sin vida desde el punto más alto ocurrente y volé. Sólo volé. Fueron mis brazos abrazando el cadáver de tu moral impuesta por una enfermedad, aún le añoro y le sueño en pesadillas, unas cual deleite me aterran aún y me despiertan a gemidos de los ojos.

Piensa. Piensa y agitado el socorro de los sauces, de los venados temblorosos a su sombra. BÚ.
Vete entre arbustos de pieles sonrojadas, vete entre las manos y sus rasguños precipitados, el supuesto instinto pasional que descuartiza por dulzura, qué ternura.

La anciana se sienta en el banco de la última hilera, la más oscura y se pone a gritar, ella reclama su silencio si nadie la está viendo en esa misma oscuridad. -no estoy- cantó. EEEEEEEEEEEEH.

Largo de mis pasivos versos y mi dorada pipa de reyes vikingos. Chú.

No oses acercar tu repugnante respiración precoz y agitada sobre mi débil cuello, débil ante la pasión espontánea, salvaje, petulante, encantadora y completamente vesánica, como alguna silueta que no eres tú ni yo.

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