domingo, 28 de junio de 2015

indescriptible.

Eres un aliento que jamás respiré, y del cual hoy vivo.

A las nueve de la noche, de un vergonzoso y juvenil Julio, te robé aquel respiro, aquella sorpresa. Me hice dueña de unas gotas de sudor llenas de emociones, y te regalé el veneno de mi boca con el amor más puro. Me llené el resto de los atemporales días, de tu mirada hiperventilada y vidriosa, del tempestuoso ritmo de tu gemido en mi hombro, y de la pacífica armonía de tu suspiro en mi pecho.

Quiero cubrirte mil veces con los mismos dedos curiosos, dibujarte los muslos con mis frías pantorrillas, dibujar tu cuello pintándolo de tiernos y sigilosos besos. Quiero sentirte mío. Envolverte mío. Eres la trascendencia de mi realidad menos pueril hasta hoy.

Eres mi equilibrio espiritual y una fina nariz. Eres mi fortaleza y mi debilidad. Eres toda la seguridad que no poseo limpiamente en mi propio firmamento. El dolor más exquisito se ha de propagar con tu ausencia. Porque extrañar es un capricho, puerta infernal al placer de encontrarte, desearte, tenerte y amarte.

Huyen los secretos pasos, escudriñaron el mundo para encontrar nuevos y cálidos rincones, de lluvias y verdes más allá del primer sendero al Ajeno compañero. Sembremos la constelación más compleja e imaginaria no existente, te invito a embriagarnos de sueños sin ilusiones, de caminatas que arden y roces que ya no queman por frío.

Mi carne, mi sangre y mi pensamiento, mi habla y mi paz son mi ofrenda eterna para ti.

Saborea con calma la violencia senil que puede dibujarse en las ropas frías, los rasguños en la roja tierra de tu espalda. El paseo deliberado y dulce de las yemas en la palidez de tu pecho.
Déjame soñar con ternura tu tibio abdomen, el estremecimiento al clamar en tu oído tus largas y poderosas manos. Agarremos los huesos con dulzura, mordamos los dientes.

Extraviamos el rumbo en medio de la fusión de almas, de colores y aromas. De hambre insatisfecha por ser humana.

miércoles, 24 de junio de 2015

El descontrol es aterrador. Perder la noción del racionalismo propio y su sentido común es la apología que suplico desaparezca.
Sentido "común", basta del chantaje en la dialéctica si jamás fue humana.

Rebuscando entre verdades que jamás fueron absolutas, ¿cuál es el camino?,
¿es acaso ignorancia seguir todo lo que implica simbolizar el " corazón "?,
¿dónde quedamos y qué somos sin el pasado y el parloteo de un difunto pensante?
El cinismo es un camino corto a la conformación. La adultez de los valores es la desintegración del alma más animal, del alma más humana.

¿Qué poder te ganas, siniestro objeto de la confusión?,
¿cuál es la semejante entretención de revolotear los cajones de equivocación?.

Déjame errar, sucio prójimo, déjame caer y gritar celebrando el dolor para introducir la risa exaltada y lunática. ¿Acaso no te luce expectante la inmoralidad peculiar?. Y TE ESCUPO, porque te repugna mi carencia de inteligencia emocional.

Yo, YO, YO. ES CATASTRÓFICO Y SOBREACOJEDOR. Promueves la alcantarilla repleta de neuronas occidentales, desorientadas y emocionales.

Míralos tropezar con las lenguas por el piso maloliente de sus desechos. PROCLAMO GUERRA A LA INSEGURIDAD QUE ME CUBRE EL CONTROL.

Son palabras tan grandes que pueden caer en una gran mentira también. Tengo tanto miedo, tanto que me hundo en él, miedo, tanto miedo que me pudro en él, miedo, tanto miedo que me desvanezco en él. Quisiera ser tan poderosa y misteriosa como el miedo. Quiero ser un concepto de la falta, de la ausencia. Negar la existencia de un sí mismo es el primer portazo en los dientes.
A veces siento que te estoy perdiendo, para excusar que me pierdo a mi misma.
A veces creo que la solución es efectivamente saber decir adiós, no sé hacerlo porque no quiero hacerlo.

Mundano.

Muy bien, comencemos otra vez. No quiero ser la anfitriona esta vez.

Creer en la realidad del baile incesante, doloroso, como el rechinido eterno de tus dientes contra los recuerdos vueltos piedras frías, duras, monótonas, como lo que deja de existir, pero sólo se esconde y trata, e insiste tanto que jamás desprende.

Personajes que quisieron dejar volar libres a las mismas aves, hace tanto. Hace tanto que ya las perdieron en el camino empedrado, irregular y doloroso. Describamos los muros tan malditos, tan enormes, tan mortales que se hicieron invisibles en un mundo de enorme bondad.

Finalmente, se descubren las mantas,
se vuelven inmortales los ciegos,
viven el paso placentero y no el vuelo onírico del otro. La costumbre se desvanece y las ramas del mismo árbol siguen creciendo y haciéndose bellas, más viejas, más felices, más fuertes y maternales.

En el camino se encontraron, sin buscarse jamás, son otros protagonistas, otros porteros de no los mismos mundos soñados; ella ya no habló de las aves, porque imagina y sueña su vuelo desde lejos, sonriendo desde lejos, acompañando desde lejos. Su encuentro con la curiosa serendipia de ojos etéreos le ha cautivado en el camino a solas y le descubre la mirada, le cobija las caderas, el Bufón la mece en su columpio.

  Es otra vida con el Bufón, ella suspira riendo y cantando otras tardes con su Bufón de la mano, de las bocas, de los torsos, de los cabellos enredados y desdeñados de poco saber del mañana. Tan plena, tan llena, tan sutil, ella necesita nada más, ella está viva, y sólo quiere dejar el vuelo libre de sus propias alas desnudas, sentir la humedad de su cuerpo en la gris sequía de lo que deja atrás.

El presente es eterno, como susurraron en la cosmología. Y el mal pasado se disuelve del bueno. Son tiempos de valentía y de gentileza, no debemos caminar todos por el mismo camino impertinente para dejar de morir, de mutar.

Una noche, una noche con jaqueca fue, por segunda vez. Miró por la misma ventana y vio el vuelo en caída de sus aves, ya viejas, podridas y perdidas. Descubrió que soñó mal sólo unas mentiras. Acarició ajena las alas tan muertas de sus aves, nada comprendió del agonizante parlamento que creyó volver a oír.

Firme pensó ella, entrando en una habitación de aguas calmas, de árboles acogedores, encontrando los brazos de su compañero el portero de amplia espalda y dedos larguiruchos. De nariz fina y audacias silenciosas.

Por un precipicio decidió dejar caer a sus aves que agonizaban, que confusas preguntaban si volvería ella cariñosa a afirmar sus alas, triste y desorientada, tragó saliva otra vez, y con ternura las dejó caer con fe, ella debía conservar la plenitud. Su Bufón la esperaba.

Desde el abismo yace una luz rojiza, marciana. Y el vuelo de un nuevo ser se aproxima a la cima nuevamente. Sus aves vueltas fénix vuelan tan alto su renacer, que se pierden para aprender a volar en el olvido, más fuertes, más bellas, más plenas.

Dejó ella sólo su aroma, su espíritu en las nuevas cenizas de las aves que ya no son suyas. Se esfumó en brazos de su compañero,   en paz, besando el pecho sobre el que reposa hoy.

El sinsentido es más divertido cuando no lo planeó un muerto.