miércoles, 9 de septiembre de 2015

Pateando piedras rojas.

Te quiero descalzo
libre y pensante.

Te quiero en la somnolencia más ficticia
En la calma más tediosa,
pero también dulce, melosa de tu poco actuar.

Te quiero así,
como un tesoro que de curioso
se esconde en la ceguera de su gracia.
En la ignorancia de su gracia.
En la censura de su gracia.

Y es amargo
amargo y frío que deba verte insípido una mañana,
añorando algo que se fue del mismo balcón,
anhelando algo que se Esconde de mi, porque
le dejé de pertenecer sin pretender.

Me despido de tu prematura y frecuente muerte con mi agobio,
Con el tedio exasperante de mi costumbre, quizás.
Con la flaqueza que fui dibujando por la miserable histeria, tal vez.

El silencio que me provoca desconocerte, a veces no verte me enajena de tu piel madura.

¿Dónde quedó el magnetismo de los dedos?
¿Dónde se perdió la imprecisión del nerviosismo?
¿En qué pieza nos quedamos y nos extraviamos?

Te quiero así, a veces.
Te quiero  perdido en los ojos, sin que yo te suplique con el aliento.
Te quiero tan libre, que me dejes pasear por el calor que encontró el pasado.

Hambrienta me deja la desolación que provoca la incertidumbre y vagando me tiene entre las mismas ramas que quemé de hormonas hace tiempo.
Hoy ese tiempo parece abismal.

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