Ella corre, corre, una gacela entre los ancianos árboles de bosques nevosos, grises. Pero ella corre, corre con alegría y una curiosidad sin fin que me hacen observar tal cuervo esperando la muerte de un 'salgo'. Ella se me escapa, y con el suave revoloteo de mis oscuras alas, yo sigilosamente la sigo, la sigo con mi mirar de ojos
sedientos.
Calla y déjame ir, déjame ser libre, púdrete en mil lagos fogosos y no vuelvas, destierro de mi tu alma, maldito ser.
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